Para comprender muchos de los procesos de controversia científico-tecnológica, se precisa de una nueva teoría de la experticia científica, que incluya las nociones de “experticia distribuida” y de “experticia dialógica”. En el sistema administrativo español no existe una cultura de la ciencia regulativa lo que propicia el rechazo del público y de los sectores interesados en las acciones regulatorias, tal como muestran los casos de estudio. 
Las controversias se cierran mal por una insuficiente relación entre aquellos que se han considerado tradicionalmente expertos y el público en general. La ausencia de clausura puede deberse a: un déficit comunicativo, un déficit democrático. 
Las teorías de la experticia se basan en la idea de la experticia individual, como una habilidad que posee un único actor, y nosotros apostamos por la idea de desarrollar el concepto de experticia distribuida en la que diferentes grupos de actores aportan distintos tipos de experticia. Podemos caracterizar la experticia a través de dos ejes. En el eje horizontal situaríamos la experticia tal como es caracterizada inicialmente por Collins y Evans en el eje vertical la experticia en diferentes campos que confluyen en una controversia. Por ejemplo, el bioético posee conocimiento interactivo en ciencias de la salud, conocimiento contributivo en ética. Pero esta intersección de experticias genera un nuevo tipo que no se contempla en la teoría de Collins y Evans y que eclosiona en el proceso de diálogo que se genera en una controversia. Proponemos el concepto de experticia dialógica. Para desarrollar una teoría de la experticia es necesario tener un análisis descriptivo de la autopercepción del experto y de la percepción del científico en general de la figura del experto. 

Este proyecto está finaciado por el MICIIN dentro de la Convocatoria 2019 Proyectos de I+D+i - PGC. «Proyectos de I+D+i». Su duración será desde el año 2020 hasta el 2024.